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sábado, 29 de octubre de 2011

Relato nº5 (3); Nebroa

Esposas, soga, saliva, anhelo, clítoris,
 chocolate, sábado, caderas, habitación, tortura,
 calor, rojo, cristal, falso, pegajoso, 

columpio, fuego, inconsciencia, golosina, coqueteo.


Siempre quise tirarme a un desconocido, a mí los desconocidos me han gustado de siempre, me refiero en general, porque como no les ha dado tiempo a joderla, todos son maravillosos. Un día le di la vuelta a las tres tuercas que me quedan y asocié lo de joder con desconocer y encontré un deseo. Los anhelos son así de fáciles de crear. De conseguir también, sólo que a veces nos inventamos tareas imposibles sólo por gandulería.
Escogí a Fernando. Evidentemente no se llamaba Fernando, le puse ese nombre porque me recordaba al camarero del bar de abajo, y aunque también quería tirarme al camarero del bar de abajo,  a éste ya lo conocía. Fernando apareció en el bar del aeropuerto y me miró. Falso, no me miró, repasó con la saliva imaginaria las caderas que se movían dentro de un vestido rojo. Y dio la casualidad de que el vestido rojo era mío. A veces no hace falta más que eso, rodearte el cuerpo con algo ceñido a modo de soga que te aprisiona y simular que vas encadenada a la ropa que te viste. A veces es una tortura, lo admito, pero el juego tiene ese precio. También me resulto ridícula diciendo que mis pulseras pueden ser sus esposas, o que en el pecho tengo una habitación a cuyo balcón se están asomando mis tetas, como te lo digo, pero es que esto, increíblemente, a los tíos les gusta, y a los desconocidos más. Porque no me veo yo diciéndole a mi Pedro en el coqueteo de la siesta del sábado cuando el niño está en casa de la abuela que mi clítoris es su golosina. No. Y sin embargo, cuando antes de ir al baño se lo dije a Fernando, faltó poquísimo para que le saliese fuego de debajo del pantalón. No sé si es el mejor plan, porque luego pasa lo que pasa, que a la mínima actuación de sexo al borde de la lengua, cuando cierras la boca y te pones de pie para agonizar, resulta que se les ha ido todo el calor porque lo haces tan bien, la comes tan bien, la revientas tan bien. Y ahí te quedas, reflejándote en el cristal lleno de huellas, con el rostro pegajoso y con cara de muerta. Los odio. Al final termino odiándolos, cuando terminan antes o cuando tengo la suerte de morirme primero yo. No importa. En ese momento es como si los conociese de mucho tiempo, y paso de la inconsciencia absoluta de ese hombre al más absurdo de los rechazos. Dejo de fingir ser atractiva, morbosa, cálida y sensual y paso a ser una mujer normal que desea volver a casa, volver a Pedro, volver a la abuela y al columpio del barrio a pasear a su niño. A veces no sé si la desconocida soy yo.

8 comentarios:

  1. Tú, grandísima cabrona.

    Te adoro. Mucho. Lo que viene siendo amor un poco lésbico incluso.

    Este es mi preferido, de los tres, se queda conmigo.

    ...puercaza.

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  2. jajaj A mí es que me pone mucho que me insultes. También.
    Digo que evidentemente es el que más me gusta a mí tb... Es tan simple como que este está escrito en un plis plas de los días buenos, y los otros, en un plis plas de los días malos. En los regulares, ya sabes, voy a los bares de los aeropuertos.

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  3. Sublime.
    Sois dos cabronazas de primera.
    Que si hay que ponerse amorosa se pone una.

    También es mi preferido, Nebroa. Te has salido en éste.

    Pd ¡Me dais una envidia cuando le dais a la tecla! brrrrrr.

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  4. Mira quien habló...esto de echarnos flores en público está bien, no digo que no. Pero una orgía estaría mejor, opino.

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  5. Mira que he visitado aeropuertos, pero nunca me encontrado un vestido rojo así

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  6. lástima que no hayamos coincidido, lo llevo siempre!!

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  7. Si por insultar es... cacho capulla!! Brutal!!, y yo que nunca voy de rojo a los aeropuertos... sere boba

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