Este es un blog de relatos a la carta, escritos alrededor de palabras y temas que nos proponen nuestros lectores.Vosotros elegís cinco palabras y una temática cada uno, y nosotros escribimos un relato corto con TODAS las palabras, intentado que se oriente también hacia todas las temáticas.


¿Quieres proponernos palabras y temas? Puedes hacerlo en la pestaña de la convocatoria abierta.


¿Tú también quieres escribir con nosotros?Envíanos tu propio relato corto, mediante el formulario del blog.


jueves, 10 de noviembre de 2011

Relato nº6 Nebroa; Hasta la vuelta


Planeta, tiempo, crononauta, 'alfa centauri', 'agujero de gusano'
Pelícano, infernal, retrotraer, pizpireta, Joligud

Tema: Viaje en l tiempo - Una mañana en el campo


Ya no es primavera. Ya no es invierno ni ninguna de las otras estaciones. Hoy no es martes, ni jueves ni un infernal lunes a las ocho de la mañana. Aquí no sirve el tiempo con el que allí medía quehaceres, obligaciones, ganas, planes y recuerdos. Ni es tarde ni es temprano. No voy a llegar a la hora justa de otro estreno pisoteando la alfombra verde con la que Madrid imita a Hollywood ni llegaré con quince minutos de retraso a la sala de cine donde se proyecta mi última película. Ni antes. Tampoco llegaré después. Aquí no queda nada de eso. Ni de aquello.

Aquí es un nuevo planeta al que no elegí venir. Y en el que sigo sin querer estar. Aquí nace la nada sin pasar por los nueve meses de gestación. Nace la nada, crece pero nunca muere. Alfa Centauri me dijo al llegar que no me preocupase, que los miles de siglos que me parecería estar en este lugar, tan sólo equivaldrían a una mañana insignificante allí, en el planeta tierra desde el que vine.
A Elena y a mis hijos, en este momento que allí llaman domingo dieciséis, sólo les habrá dado tiempo a coger siete manzanas en el campo, hacer el picnic con mantel de cuadros, observar a los patos con los que siempre jugamos a buscarles diferencias con los pelícanos del cine de dibujos animados y a recoger todo volviendo a casa con la mente puesta en el bizcocho de fresa para mi merienda. Ellos no notarán nada. Sólo mi leve ausencia de otras veces, una de esas mañanas en las que, después de la noche del estreno de mi última película, me dejan descansar hasta las tres. Sólo eso. Pero esta vez todo es distinto. Yo desde aquí veo la puta eternidad, el infernal universo infinito que jamás comprendí, un inmenso agujero de gusano sin final ni inicio ni intermedios. Yo soy el gusano y el agujero es el resto. Nada más. Soy un crononauta que cuenta parpadeos, respiraciones y latidos de un cuerpo que se ha vuelto invisible como única prueba de la existencia de la vida entre mis huesos también transparentes. No me queda otro remedio para sobrevivir, alentar mi memoria, esforzarme por retrotraer algunas tardes, rememorar momentos con Elena, desayunos con mis hijos, pequeños detalles, el día que a Alba, pizpireta y resuelta como siempre, le dio por decirnos que quería salir con aquel vestido tremendamente corto a la calle, o cuando Roberto se enfadó porque no quería tener bigote o las lágrimas de Marcos al ver por séptima vez el final de la película donde salen los malditos pelícanos tan diferentes a los jodidos patos del lago. Me nutro de ellos, en este infierno al que Alfa llamó el país de los sueños.
Nada ocurre, todo sucede a la vez y no hay con qué medir la evolución. No hay tiempo, no hay horas, no hay referencias. Todo va pasando, un todo que a la vez no es nada. Esto es la jodida nada. Nada. ¿Alguien sabe lo que es eso? Nada de nada.
Volveré, eso dijo él, volveré a mi cama en algún momento, pero ni sé el momento ni qué será del director de cine ni del padre ni del marido ni quién será el hombre que se despierte en mi cama después de esto cuando en el reloj de la muñeca de Elena estén dando las tres.