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jueves, 3 de octubre de 2013

Relato nº 12 Johnson Ulises PARALISIS

Demandantes: 1) Chapu Valdegrama/tema-Los celos:
monserga-palangana-estetoscopio-viruela-linfocito.
2) La ornitorrinco verde/tema ...
tetas-malditismo-españa-poeta triste.
3) Maria Marta M.P/tema- ...
doula-criptopolvo-oreja-bipolaridad-constancia.

EDIFICIO URSA - BLOQUE 3 - planta 9

Letra E - PARALISIS

Entro a toda velocidad en el edificio que conocía bien. Su aspecto, ubicación, vivía allí. Siempre cogía el ascensor, siempre, le esperaba si no le estaba esperando a el, no era claustrofobico, le gustaba, tanto cuando subía como cuando bajaba. El bloque tenia escaleras, como todos en todas partes, hoy iba a conocerlas bien, hoy no le esperaba la caja lenta, ni siquiera echaría en falta la monserga de la vocecita seductora y muerta de la mujer electrónica que anunciaba la condición del viaje - subiendo - - bajando- - cierre de puertas-. Estaba tan nervioso por lo ocurrido en la calle que solo los automatismos vitales de su mente y la memoria muscular pudieron traerlo de vuelta. Nunca te levantas una mañana en toda tu vida pensando que algo así podría ocurrirte. De saberlo, no saldrías de casa, no querrías despertarte, ni siquiera seguir vivo. Tampoco escucharía el - novena planta- de la mujer muerta del ataúd metálico-plastificado del sube-baja. Hoy no podía esperar, fue directo a la puerta que daba a la escalera, vio su mano coger el aire junto al picaporte por dos intentos, el tercero consistió en golpear la puerta exigiéndola que lo dejara pasar, que allí no estaba seguro, a las cuatro patadas el picaporte aulló con un crack sordo y cedió el paso al vecino lloroso que temblaba histérico. Subió los escalones de cuatro en cuatro con el pie derecho dolorido anunciando posibles hematomas. Solo pensaba en subir, subir hasta la protección de su piso, cuanto mas gritaba el pie, mas se impulsaba hacia arriba.

En el 5º piso desaparecieron las fuerzas, utilizo como recurso el terror que intentaba consumirlo para terminar el trayecto. Meter la llave en la cerradura le hizo parecer un borracho. Por fin dentro cerro de un portazo. Apoyo la espalda contra la hoja de madera como si pudiera contener una horda asaltante y busco sosiego en el mobiliario conocido. Algunas cosas parecían nuevas, le saludaban como si acabasen de instalarse en el apartamento. El espejo de la entrada mostraba una cenefa plagada de diminutas hojitas que se entrelazaban entre si, formando una filigrana indisoluble. No se reconocía en el hombre que aparecía al otro lado del cristal, mostraba los ojos enrojecidos y sudaba copiosamente. Miro en todas direcciones, temeroso incluso del aire que le aprisionaba la camisa empapada. Se desnudo de camino a la ducha, sujetándose a la pared del pasillo para no caerse, dejando un rastro de huellas dactilares con cada prenda que se quitaba. El suelo quedó sembrado de ropa multicolor. Tenia la esperanza de que el agua se llevara la desazón que lo atenazaba, o por lo menos que la mitigara en parte. No llego. Equivoco la habitación trastornado como estaba y acabo en el dormitorio, tumbado boca abajo sobre la cama.

Cuando despertó la luz parecía la misma de antes, se expandía como la viruela lamiendo cada objeto. Entrecerró los ojos dolientes y alargo el brazo para cerrar las cortinas, pero no lo vio suspendido ante el, para realizar el trabajo encomendado. No se movía, no podía hacerlo, no podía moverse, abrió los ojos hasta el máximo permitido y entendió que estaba paralizado. Después de varias horas de desesperación se sentía como un bebe indefenso, habría dado lo que fuese por una doula benevolente. Apoyado sobre su oreja derecha comenzó a escuchar voces. Se encontraba mentalmente ko, agotado por el esfuerzo de gritar sin conseguirlo, no aceptaba su situación.

Desde su posición podía ver la puerta abierta y la pared del pasillo, la constancia de los colores se desvanecía con el movimiento del sol, junto a la puerta se entretuvo observando la bipolaridad de los trazos de un Velpister titulado criptopolvo, un cuadro dedicado al malditismo de los poetas tristes de una España indiferente. El autor plago el lienzo con el cuerpo de una mujer desnuda, las tetas resaltados para encumbrar el erotismo como fuente de inspiración terrenal.

Estaba tan asustado por su estado que tuvo celos de las motitas de polvo, que deambulaban como linfocitos libres por la estancia, posándose a placer sobre objetos escogidos, el teléfono movíl sobre la cajonera, la lampara sobre la mesilla de noche, una palangana para ropa sucia. La cama entera parecía un estetoscopio gigante que atronaba su corazón sobrecalentado. No podía moverse, no entendía porqué y no sabia que iba a ocurrir. Las voces aparecieron de nuevo, pero no venían de su oído, se encontraban en su mente, después de unos minutos de estupor, se relajo, se conecto, creyó reconocer al vecino del quinto, el de la puerta B. El señor Juan, de unos cuarenta y cinco años, hablaba con su sobrina pequeña, Marina. La decía que se quitara la camiseta.


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