Este es un blog de relatos a la carta, escritos alrededor de palabras y temas que nos proponen nuestros lectores.Vosotros elegís cinco palabras y una temática cada uno, y nosotros escribimos un relato corto con TODAS las palabras, intentado que se oriente también hacia todas las temáticas.


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viernes, 12 de octubre de 2012

Relato nº9 Nebroa: El infinito es una opción


El que pide: Periquilla Los Palotes
Palabras: Poeta, droga, cerdo, ilusión, Chiquito de la Calzada 
Tema: Consecuencias de tanta droga

El que pide: Awixumayita Atiyamuxiwa
Palabras: Fiesta, celos, deseo, desgaste, palomitas 
Tema: El regreso

El que pide: Alía Mateu
Palabras: Pato, sorpresa, pespuntes, Barcelona, Sífilis 
Tema: Dolor de uno de los personajes ante un tema muy bobo

El que pide: Nacho Cañas H
Palabras: Robots, dinosaurios, ninjas, tetas, balas

El que pide: Jorge M. Molinero
Palabras: Manzana, retrasado, bragueta, Idiosincracia, aladierno

El que pide: Vicente Muñoz Alvárez
Palabras: Espasmo, Marte, Primitivo, Saltamontes, Caleidoscopio

El que pide: Velpister Peter Jensen
Palabras: Desamparo, Miedo, Soledad, Ostia, Hongos
Tema: La duda


El que pide: Anna Lesol
Palabras: Zangamanga, Murria, ansiedad, sudor, heno
Tema: Cuando te das cuenta ya es demasiado tarde

El que pide: Isabel Alonso
Palabras: Harina, Viento, Beaufort, pezón, reloj
Tema: Septiembre



Curioso que esta narración comience en el mismo instante en el que aparezco yo. Misterioso.  

Soy Chester, más conocido en las lúgubres tabernas de la imaginación sin fin como el narrador omnisciente de todos los libros escritos alguna vez. Incluso de todos los comienzos de libros que nunca llegaron a serlo. Incluso del primitivo esbozo de un final que nunca llegó a contarse. De ideas sueltas en una servilleta, del poema horrible que el poeta en paro inventó, de la ilusión absurda de la murria adolescente que soñó que soñaba con amor. Oh.
Me acabo de poner ese nombre como podría haberme puesto Sr. Zangamanga o Señorita Idiosincracia, lo mismo tiene que lo mismo da. Puedo ser don o doña, majestad o majestuosa, travestido o animal; un cerdo hasta las trancas de heno, un saltamontes de apellido grillo o un dinosaurio en celo, según la ocasión. Tampoco creo que sea especialmente significativo saber cómo me llamo, el descubrimiento de mi nombre nunca suscita sorpresa o ansiedad, siempre es insignificante para el devenir de las historias que cuento, nadie que haya leído algo contado por mí mientras rumiaba palomitas recién hechas y se enfadaba por lo duras que le habían salido y se preguntaba empapado en sudor, entre renglón y renglón, de dónde leches saldrían esas cosas blancas esponjosas - será de la harina, será de un corral, concéntrate idiota y sigue leyendo - se ha preocupado jamás de saber de dónde salgo. Bien. Es significativo. Inquietante también.
Hoy es siete de septiembre, como aquella canción que escribí. O no.
Esto es Barcelona, como aquella vez le conté a Woody. O no.
Hace tantísimo viento… O no. Mejor sí. Hace tantísimo viento que no sé dónde apareceré en el siguiente párrafo y estoy aquí, esta vez por fin, para contarles, atención: “la gran mentira de la literatura”
Les cuento -como siempre-: Ustedes cuando me leen: ME CREEN. Sin más. Jamás ponen en duda mis palabras, ¿verdad?
¿No les parece curioso que, de repente, un tipo cualquiera aparezca en el salón donde anoche esnifaron en plena fiesta toda la droga del planeta, en el desamparo y la soledad de sus camas profundamente vacías, bajo el árbol escogido del parque con patos teledirigidos como robots llenos de plumas, en la mismísima bañera donde previamente tuvieron espasmos, orgasmos y celos y deseos, y les cuente de todo, con el todo y para todos sin que ustedes duden jamás de sus-mis palabras?
Cuántas veces me habré preguntado dónde se les fue a parar el criterio personal e íntimo, la capacidad de razonamiento, el discernimiento entre la verdad y lo que podría no serlo.
He vuelto una y otra vez, con miedo y pavor ante el inminente desgaste personal, a contarles cosas, historias y otras mierdas, con la vana esperanza de que algún día, alguien, en algún jodido lugar, debajo del aladierno de turno o en el primer semáforo que da acceso a Marte, no creyera ni una palabra de lo que estaba leyendo.
Pero no.
Inventé los cuentos más absurdos y descabellados como balas cargadas de vete a saber qué a fin de que cerrasen esos malditos libros, esos cuadernos, esos comics, aquella infernal revista, y por una jodida vez se pararan a pensar qué había de cierto en todo aquello que les contaban.
Pero no.
Nunca lo logré.
Creyeron en personajes invisibles, en figuras inexistentes, en siluetas incoherentes. Por favor. Creyeron en aquel ridículo texto en el que Chiquito de la Calzada se transformaba en ninja cada vez que miraba un reloj. Joder. Lo creyeron. Imaginaron cierto al retrasado de bragueta pequeña que sólo violaba a mujeres que llevaran hechas las ingles brasileñas. Ostia. Y qué decir del ejército de hongos que infectó de sífilis a la humanidad entera. Se lo han creído absolutamente todo. Por creer, creyeron mi historia preferida, sin duda, la de aquellos dos, el hombre y la mujer hecha a pespuntes con la costilla de debajo del pezón de una teta de él que se comió una manzana y fíjense bien, crearon lo que ahora es el mundo. Ja.
Permítanme que les diga que me han defraudado exageradamente como seres humanos.
Pero ahora ya es demasiado tarde, ahora ya nada podrá salvarles. Ha llegado el momento en el qu


Y este es el último texto que se encontró junto al cadáver cuando la policia de Beaufort, a las afueras de París, descubrió el zulo tras doscientos trece días de secuestro. Puede que las sustancias alucinógenas que los secuestradores le administraban entre el escaso alimento que le proporcionaban fomentara su imaginación hasta llegar al límite que se muestra en esta carta. Lo que sí podemos saber de cierto es, queridos alumnos, que la imaginación es el único don que no tiene límites, el único que nos pertenece completo y por decreto y que debería ser obligatorio, cuando decidan escribir ese ansiado libro, aprender a mirar a través de infinitos caleidoscopios que les fomenten otros tantos infinitos universos con los que poder expandirla aun más.


2 comentarios:

  1. ¿Cómo puede estar esto sin comentarios?

    Duendes sin corazón.

    Te odio mucho, del verbo te tengo en mi cabeza mientras me masturbo.

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  2. jajaja.... qué gran verbo
    Lo de los comentarios, no sé, es algo tan relativo... Puedes pensar que se han quedado sin palabras jajaja!!
    No, en serio, a mí me gustó ser capaz de abrir las puertas de la imaginación. Estaban enclaustradas. Ese es el reconocimiento para mí :)
    Y te quiero, del verbo masturbar, en general

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