Comisura, saciada, mordisco, atrapada, complacencia.
Antiácido, reciclaje, hipótesis, consumidor, fósforo.
Reportaje, infundio, despeñar, colorete, Maeveestefanía.
Comendador, nefelibata, helicón, naufrago, refrigerio.
Permiso, lucha, imbecilidad, ausencia, planta.
Coanocito, cnidario, duela, fúrcula, pollón.
Corsé, canela, erección, cristal, partitura.
Hola, me llamo Robert, soy médico y
soy adicto al sexo.
Y el cabrón de Robert, médico
especialista en curaciones imposibles quería que los ocho imbéciles del círculo
mágico dijésemos lo mismo al empezar la reunión. Enfermos.
Etiqueta pasajera para conductas impropias. Quién cojones me
mandaría a mí a despeñar mi brillante identidad al alistarme en este infierno de
damnificados por el acto más sublime y poderoso creado por el ser humano.
Elisa. Me mandó Elisa. Y Maeve-Estefanía-Nefelibata-MªLuisa-Helena y las otras
trescientas amigas del club del sexo libre a las que me follé gloriosamente bien.
Hola, me llamo Alberto, soy biólogo y
soy adicto al sexo.
Ese soy yo, comendador del oeste en
celo, ex - consumidor mayorista de
condones de fresa y pollón del veintitrés. Eso no lo dije, es evidente, en el
centro fingíamos ser normales a pesar de dedicarnos única y exclusivamente al
desnudo ajeno imaginario con la autoimpuesta necesidad de curarnos en esta
imbecilidad de terapia prodigiosa.
Hola, me llamo Teresa, soy violinista
y soy adicta al sexo.
Desnudé a Teresa en el mismo momento
en el que abrió la boca. Dos
segundos.
Debería estar prohibido juntar a personas
de diferente sexo en reuniones como ésta. La hipótesis del doctor Robert y su
terapia de reciclaje en la planta 14, edificio Helicón, 2ºB, decía que
acercarte a la tentación es la única manera de vencerla. Claro, y si quiero
quitarme de la coca me hago panadero, acaso no terminaría esnifándome la harina
como si fuese la más maravillosa droga? Pues lo mismo me pasó con Teresa; fea,
arrugada, pequeña, caderas de metro y medio y ausencia de tetas. Saciada, asquerosamente
saciada de esperma a juzgar por las sombras blancas que destacaban en la
comisura de sus labios. Vestido de cristal, transparencias al desuso, olor a
canela podrida y colorete en las mejillas: Polvo seguro. Una dolorosa erección me
recorría el pantalón cada vez que hablaba. Nos daba igual, creo que los siete
magníficos del círculo, y apuesto a que el doctor Robert era el octavo, nos la
follamos once veces antes de que saliera sonido alguno de aquella boca con
forma de fósforo: piel de madera y punta roja esperando ser apagada. Mmm…
Hola, me llamo Luis, soy veterinario
y soy adicto al sexo.
Luis hablaba y yo miraba a Teresa.
Luis contaba su lucha con las ovejas y el infundio que recorría su pueblo
hablando de su excesivo amor para con ellas. Yo taladraba a Teresa. Yo follaba
con Teresa. Yo penetraba a Teresa. La imaginaba en el conservatorio sobre las
duelas de madera con sus tacones de vértigo, con la partitura de violín entre
las manos, atrapada en el corsé de seda de las actuaciones estelares. Mordisco
arriba mordisco abajo, lamía sus pezones, la cabalgaba, la follaba de espaldas,
despacio, salvaje. Sexo devastador con permiso de la secuestrada y otras tantas
veces sin él. Y ella, dudosa entre la insumisión y la complacencia, gritaba mi
nombre. Y el nombre del doctor Robert, y el de Luis, y el de todos los hombres
de la faz de la tierra.
Hola, me llamo Vicente, soy buzo
profesional y soy adicto al sexo.
Y Vicente contaba sus paranoias
debajo del mar, coanocitos y esporas, cnidarios, aguamarinas y fúrculas de
peces con alas. Y yo amaba a Teresa como un naúfrago a la deriva de la imaginación. La
empotraba contra el atril del director de la orquesta, la follaba en el
escenario vacío, y en butacas de terciopelo entre el numeroso público. Enredaba
mi polla en las cuerdas de su garganta, tocaba, tarareaba canciones y engullía el
batido de mis vísceras como si nada en el mundo fuese capaz de calmarle la sed
como lo hacía ese trago. Sexo dulce, sexo antiácido. Primera plana del
reportaje de amantes de la semana en la revista porno de músicos desnudos. Melodía.
Música. Éramos música sonando, obras maestras creadas para amarnos aparentando
que follábamos.
Hola, me llamo Alberto. Soy adicto al
sexo. Y quiero seguir siéndolo.
¿Decidme que no es un privilegio escribir en este blog con una escritora así?
ResponderEliminarQuerida, te has follado todas estas palabras gloriosamente bien.
'Gloriosamente bien', suena que te cagas, no? :)
ResponderEliminarProcuro no hacer tantas cosas al mismo tiempo.
EliminarHaz sólo una: Busca un título
ResponderEliminarAh coño: Gloriosamente bien :s
ResponderEliminar¿ Sabes que esto no es el Face, verdad?
EliminarMierda, m'e liao
EliminarTú querías tener más comentarios que yo, reconoce.
EliminarImpresionante! deberíamos montar un negocio ;)
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